Cecilia Beatriz Daneri sabía ya en su adolescencia que quería dedicarse a la escritura. Por aquel entonces su obra ya denotaba la ira y bronca que sufría, por lo que en su mayor parte los textos resultaban fuertes y ásperos a quien los leyera. A pesar de que estos relatos se perdieran en un intenso arrebato en que los rompió, siempre quedó en Cecilia el afán de seguir. Así, cuando su leal compañero de vida, Juan Carlos, la motivó a escribir durante una intensa crisis personal Cecilia no lo dudó. Hizo caso de su consejo, agarró un lápiz y un papel, y retomó su antigua pasión. Para entonces, los sentimientos que había experimentado de adolescente se habían ordenado y, sin darse apenas cuenta, tuvo listo su primer libro.
Cecilia describe ese primer libro como un libro bastante particular, en el que sintió que podía ayudar a otras personas que estuviesen sufriendo de violencia. Darse cuenta de esta posibilidad la hizo revisar el libro y, en algunos casos, reeditarlo para incluir detalles que pudieran serles útiles. Al publicarse, Cecilia vio sorprendida como le gustaba su primer libro a todos aquellos que lo leían y, si bien no lo había planificado, comenzó a escribir un segundo libro ante la insistencia de todos los que le preguntaban acerca del próximo. ¡Era una sensación increíble! Sin haberse propuesto escribir todo el mundo parecía estar pendiente de lo que ella escribía, ávidos por seguir leyendo sus próximas obras. Así, si bien hubiese alcanzado ya su objetivo de sacarse esa pesada historia de encima y exponerla y que fuera de utilidad para los que la necesitaran, Cecilia continuó escribiendo.
Cecilia nos comenta como a veces las normas y estereotipos se imponen. La mirada se pone en los escritores o escritoras conocidos, ya sea en el medio literario o en otro medio. Se concentran los intereses en los puntos habituales y siempre queda la minoría afuera. Esta dinámica, que no es particular de este ámbito, debe romperse y para ello es perentorio dejar esas pseudonormalidades, que sin querer nos creemos, y avanzar sobre nuestros sentires, deseos y emociones.
Muchas veces se dice que un escritor debe escribir para el lector, pero Cecilia cree fervientemente en que debe escribir para satisfacer sus deseos: exponer una historia, hacer algún tipo de catarsis en lenguaje simbólico, enseñar algo, en definitiva, poner en la mesa un “algo” que otro pueda tomar. Su motivación para escribir es, de hecho, un poco de todo esto: poner un algo, un todo o una nada, para que puedan ser leídos, sentidos, amados u odiados, usados o desechados, después de todo el lector/a decide lo que hace con las líneas frente a su mirada que, en algunos casos, imploran ser consideradas.

Su obra, desde lo genérico, brinda movimiento, caos y orden, explosión y quietud, ambigüedades que imponen la toma de decisiones y brindan herramientas para ello.
En el caso de su primer libro, “Sólo yo, mi historia y algo más…”, Cecilia mostró cómo es posible salir, dejar atrás una vida que se estaba escribiendo con puños, lágrimas y sangre y continuar con alegría, con elecciones personales, desde el sentir profundo y no tan mediadas por el miedo, la duda, la desconfianza.
Su segundo libro, Cleoli, es el resultado del descubrimiento de un aspecto reprimido, guardado, censurado por su historia y enjaulado por sus miedos. Representa una ruptura, un descubrimiento y un camino. Marca una forma de cortar y remodelar. Cleoli ve fracturas, pero aprende. Cleoli busca, no siempre encuentra, pero continúa su camino. Cleoli puede mostrar una forma de vivir un poco más consciente de nuestra realidad, aquí y ahora, sin mirar más allá en una fantasía generada por nuestros miedos y estereotipos.
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