En ese andar cotidiano que se te hace olvidar a ratos lo que más extrañas, lo que te mantiene en pie, en espera que llega de una forma u otra pero, llegará, con buena intención o sin ningún plan…
Más esta vida que sorprende con sus ironías, que nos mantiene con la ilusión de que hoy siempre ha sido mejor que ayer, con la esperanza de un mañana cercano, que no tarda… …
¡Inesperada fortuna! que en medio de las mayores crisis te acerca la posibilidad de soñar, en ese breve espacio del secreto a ciegas, de sentir con toda la intensidad y los cinco sentidos, acariciando la ilusión de ayer, con los recuerdos de un paraíso real que se tiene en el silencio a muchos kilómetros escondido…
Así comienza el sueño

Todo llega ante la espera lacerante de la duda, el recuerdo vivo con la sensación de que no se pisa el suelo, el entorno se vuelve locura ante el impaciente que espera… …y las prisas por llegar sin mesura a ciegas…
El trajinar de la gente sin parar, la salida de un autobús que no llega, pone al borde los sentidos que se alimentan de ansiedad y dulce agonía, sin más alimento en el cuerpo que la ilusión de acortar el camino que ha separado lo más sublime y bello antes vivido…
El sonido de un motor en función contante, avisa que se está en el camino, mientras el manto de la noche se va apoderando de la luz del día, con esa suavidad que deleita con sus colores matizados a la lejanía, da paso a ese vibrar en la piel de tanta alegría, provoca un nudo en la garganta que evita el grito de júbilo que enmudece, mientras una lagrima el rostro humedece.
Unos cuantos metros se avanza entre las calles de esta gran ciudad, abriéndose paso entro los autos que, parecen estar estacionados ante el tráfico del diario, como si fuera una burla de la ansiedad contenida, pero no importa ya más nada, se ha iniciado el trayecto que ha esperado viendo pasar, tantas lunas de tortura…
Por unos instantes la respiración se regula, segura que esa noche habrá de estar frente al amor de su vida a la luz de la luna, ya no importa la razón, ni los momentos finales por esperar ¡Se está ahí! queriendo conciliar el sueño para acortar el tiempo, pero loco el pensamiento repasa y repasa una historia vivida hace muchos amaneceres de lluvia y por no morir, permaneció tan sólo en el recuerdo…
Siguiendo la línea entrecortada que parece no tener fin y el motor en función es mitigado con las notas de alguna canción, sin importar la melodía, se siente estremecer la piel al mirar el manto oscuro de la noche que se acerca, el camino apenas alumbrado con las luces de los autos al pasar, el sonido de un motor ensordecido y a un solo ritmo.
Los paisajes, devorando a lo lejos las últimas ráfagas de luz que se escapan al sol, y el entorno, segundo a segundo, cada vez más oscuro.
…sin pensarlo siquiera y casi a la media noche, alumbrada solo con la luz de la luna, apuro el paso en las calles empedradas, tropezando a ratos, pero con prisa…
Escucho ese cantar que me llama a su encuentro

Y se convierte en un lamento que reprocha el tiempo y la distancia… Al sentirlo cerca, mi paso se acorta, aspirando su perfume inconfundible, escuchando el rugir de un llanto desgarrador que golpea, sin saber si es de gusto, placer, dolor o llanto, pero que me presiente y espera…
Con suaves pasos ya muy cerca, lo miro a lo lejos, al tenerlo de frente, se postra feliz, olvidando el dolor de ayer, acariciando mi ser desde los pies, envolviéndome en sus fuertes brazos, consolando mi dolor y mi añoranza, haciéndome suya suavemente y con pasión, mientras se va entregando por completo, como dulce melodía…
Corrimos, reímos, sin decir palabra alguna, no había reproche, no había duda ¡Me esperó al amanecer y al caer la lluvia! ¡cuando hacia frio y cuando se estaba a oscuras ¡si salía el sol y cuando se ocultaba en la negrura! dejando brillar la luz de la luna que, danzaba en el reflejo del mar, mientras me llamaba con el agua salada brotando de su mirada…
Bailamos abrazados a la luz de la luna, enjugamos las lágrimas que se llevaba la brisa, porque nos amamos en el recuerdo para no llenarnos de olvido, para sabernos ciertos y seguros que aún estamos en esta vida.