La inteligencia artificial, como la que utiliza ChatGPT, es una tecnología que ha revolucionado la forma en que interactuamos con la información. Sin embargo, a menudo se pasa por alto el hecho de que detrás de esta tecnología se encuentran trabajadores en países pobres que hacen posible su existencia. Estos trabajadores están involucrados en la creación y el entrenamiento de los algoritmos que dan vida a la inteligencia artificial.
En países como India, Bangladesh y Filipinas, muchos trabajadores son contratados por empresas de tecnología para etiquetar datos y clasificar imágenes. Estos trabajadores son conocidos como "etiquetadores de datos" y su trabajo es fundamental para entrenar algoritmos de inteligencia artificial para que puedan reconocer patrones y aprender de ellos. Por ejemplo, si un algoritmo debe aprender a reconocer rostros humanos, los etiquetadores de datos deben etiquetar miles de imágenes con nombres de personas y otros detalles relevantes.

Según un reportaje del periodista de Time, Billy Perrigo, la compañía tecnológica, que cuenta entre sus principales inversores a Microsoft, tercerizó el trabajo de enriquecimiento de datos a través de una empresa de outsourcing llamada Sama, basada en San Francisco, que contrató a trabajadores en Kenia para realizar ese proyecto.
Sama, que también contrata a etiquetadores en otros países de bajos ingresos como Uganda e India para clientes como Google y Meta (dueña de Facebook), se promociona como una "IA ética" y asegura haber sacado a más de 50.000 personas de la pobreza.
Aunque los trabajadores de los países pobres hacen posible la existencia de la inteligencia artificial, su trabajo no siempre se valora adecuadamente. En algunos casos, reciben salarios bajos y trabajan en condiciones precarias. Además, el trabajo de etiquetado de datos puede ser repetitivo y monótono, lo que puede tener un impacto negativo en la salud mental de los trabajadores.
Una investigación de la revista reveló que muchos de los etiquetadores de datos que fueron subcontratados por OpenAI para entrenar a su ChatGPT recibieron sueldos de entre US$1,32 y US$2 la hora.
También hay controversias en torno a la privacidad y la seguridad de los datos que manejan estos trabajadores. En algunos casos, se les pide que etiqueten imágenes y videos que pueden ser explícitamente violentos o sexualmente explícitos. Esto puede tener un impacto emocional en los trabajadores y también plantea cuestiones éticas sobre el uso de datos privados para la creación de algoritmos.
Además, el trabajo de los etiquetadores de datos a menudo se realiza en el marco de un sistema de subcontratación global que beneficia a empresas de tecnología con sede en países ricos. Estas empresas externalizan el trabajo de etiquetado de datos a empresas más pequeñas en países pobres que a su vez contratan trabajadores individuales. En este sistema, los trabajadores de países pobres a menudo no tienen acceso a las mismas protecciones laborales y derechos que los trabajadores de países ricos.
En pocas palabras, aunque los trabajadores de países pobres hacen posible la existencia de la inteligencia artificial, su trabajo a menudo se valora inadecuadamente y puede tener consecuencias negativas para su salud mental y privacidad. Es importante abordar estas cuestiones para garantizar que la inteligencia artificial se desarrolle de manera ética y sostenible.