Hace unos años se puso de moda la cocina rápida, debido a la necesidad de cocinar lo más rápidamente posible. Esta moda llevo al desarrollo de las ollas express o las ollas superrapidas que, al trabajar a alta presión, permitían acortar el tiempo de cocción de los alimentos a una tercera o incluso cuarta parte. Así, era posible guisar cualquier plato en unas pocas horas, en lugar de pasar largas horas en el fogón de la cocina. Estas ollas cobraron gran auge a finales del siglo XX y principios del siglo XXI a medida que cada vez más mujeres se incorporaban al mundo laboral y en el que apenas había tiempo que perder.
Sin embargo, en los últimos años esta tendencia se ha revertido a favor de una comida más saludable. La mayor concienciación sobre la importancia de mantener una nutrición adecuada como pieza clave para gozar de una buena salud ha hecho que cobre cada vez más importancia el concepto de la comida cocinada a baja temperatura. Al no alcanzar altas temperaturas, este modo de cocción permite conservar una mayor cantidad de nutrientes como vitaminas, minerales y proteínas. Una mirada al pasado y al modo de cocinar de nuestras abuelas, que muchos juzgan fue más sano que lo que estábamos haciendo hasta ahora.
Existen diversas formas de cocinar a baja temperatura y durante largos tiempos. La cocina lenta más característica es la que emplea ollas de hierro fundido como el horno holandés. Esta olla está especialmente diseñada para permitir una distribución uniforme del calor en todo su interior gracias a la alta conductividad térmica del hierro. Además, al ser muy resistente a las altas temperaturas, es posible utilizar la olla de hierro fundido en cualquier tipo de fuego, ya sea de butano, inducción, o incluso en el interior de un horno eléctrico. El inconveniente… es necesario aprender a cuidarlo para que el horno holandés nos dure muchos años.
Por ejemplo, cuando compramos el horno holandés debemos someterlo a un proceso de calentado a altas temperaturas para eliminar la capa de cera que recubre la olla para proteger el hierro de la oxidación. El método más habitual consiste en introducir el horno holandés en el horno domestico y ponerlo a la máxima temperatura, generalmente de 250ºC, durante 15-20 minutos. La alta temperatura derrite la capa de cera, que caerá sobre una bandeja situada en la parte inferior del horno. Una vez que hemos eliminado la cera, debemos lavar cuidadosamente el horno holandés con agua y jabón. Por último, debemos sazonar el horno, utilizando para ello margarina, aceite vegetal o aceite de oliva. Aplicamos un total de tres capas de estos materiales, introduciendo el horno holandés durante periodos de una hora después de aplicar cada capa en el horno eléctrico a 250ºC. Con ello logramos crear una superficie antiadherente sobre el hierro fundido que protegerá el horno durante toda su vida útil.
¿Y cómo conservarlo después de cocinar en él? Es importante tener en cuenta que no deberemos volver a lavar el horno holandés con detergente. Antes bien, eliminaremos cualquier resto de comida que haya podido quedar sobre su superficie con una esponja suave y le aplicaremos una capa de aceite de oliva que lo hidrate y conserve hasta su próxima utilización en un óptimo estado.