Salvador Fraire Ramírez
Sonó la alarma como de costumbre. Por muchos años indicaba qué era tiempo de prepararme para salir a trabajar.
Un olor delicioso indicaba qué mi esposa preparaba el desayuno. Ese rico olor me despertó el apetito. Sabía qué era un delicioso desayuno.

Mi esposa me gritó: ¡Puedes venir a desayunar, ya está todo preparado!
Me senté en la mesa. Ella se acercó lentamente, como que quería que la observara.
La vi, y exclamé, “¡Te ves hermosa!”

El brillo en sus ojos. Toda se veía con algo especial esa mañana. Me paré y le di un beso “Gracias por consentirme”, dije.
“No. ¡Gracias a ti por cuidarme todos estos años!” Sonrió y me acarició la cara. “¡Te amo!”, me dijo.
Le di un abrazo y olí su perfume. El que ella sabía que me gustaba mucho.
Me dijo al oído “Te espero. Esta noche quiero que hagamos el amor”.
Me sorprendió eso que me dijo, ya que era yo el que tomaba la iniciativa siempre.
“Te espero”, me dijo sonriente.
Un poco confuso por eso, me despedí de ella. Me fui pensando. Se veía hermosa. Pasó el día y terminé mi jornada de trabajo. Llegué a mi casa, me recibió con un beso.
Me metí al baño, me sorprendió al sentirla junto a mí. Nos besamos, nos acariciamos y nos fuimos a la recámara. Y me dijo:
“Quiero que hagamos el amor como nunca lo hayamos hecho. Que sea una noche llena de sexo. Sin tabúes ni nada.”
Lo hicimos parte de la noche. Yo me dormí profundamente. Al siguiente día, me desperté. No se escuchaba ruido alguno. La busqué por toda la casa sin encontrarla. Al regresar a la sala vi una nota pegada al espejo.
La tomé en mis manos. Sentí algo en mi corazón, como un presentimiento. La abrí de inmediato. Comencé a leerla, sin entender con exactitud qué estaba pasando.

Me decía:
“Gracias por amarme tanto, cuidarme, apoyarme, por todos estos años de felicidad juntos. Quiero que busques en el cajón. Ahí encontraras un sobre de unos análisis que me han mandado. No sabía cómo decírtelo. Era tan perfecta nuestra vida que me dio miedo decírtelo.
Me queda una semana de vida, y no quiero perderla juntó a ti. Quiero que me recuerdes como fui. Así será menos triste mi partida. Te amé como a nadie en el mundo. Tú eras todo para mí. Mi vida junto a ti fue maravillosa. Fue única y hermosa.
Recuerda los lugares que fuimos, nuestro primer beso, nuestra primera entrega.
Me voy no sé a dónde ni con quien. Quiero esperar mi muerte lejos de ti para que no sufras ni hacerlo yo.
Te amo. Eso nunca lo olvides ¡jamás!
El cáncer terminal fue el qué separó nuestras vidas, pero el amor no puede separarlo
Me despido, perdón por no tener el valor de decírtelo, pero mi amor por ti es mucho y no quería verte sufrir.
Sin más tu esposa que te ama.”
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