El Parque Nacional de Timanfaya se encuentra en los municipios de Yaiza y Tija de la isla de Lanzarote (Islas Canarias, España)
Siendo titular de su propia trágica y bella historia, fue declarado Parque Nacional el 9 de agosto de 1974.
Es la tercera área natural protegida de Canarias en ser coronada como Parque nacional, así como la primera y única de toda la Provincia de las Palmas.

De una crónica de desastre natural convertida en leyenda se desprende una formación exquisita en su singularidad geológica que ocupa una extensión de 51,07 km² del suroeste de la isla.
Se trata de un parque forjado en el rugir volcánico. Cuyas últimas erupciones dejaron su marca en 1824. E
n la actualidad con más de 25 volcanes, testigos de un turbulento pasado, siendo algunos monumentos emblemáticos a aquel crujir de roca y fuego, tales como las Montañas del Fuego, Montaña Rajada o la Caldera del Corazoncillo.
El parque como un gigante durmiente, al que le corre magma en las venas
Aún presenta actividad volcánica, existiendo puntos de calor en la superficie de su piel que alcanzan los 100-120° C y 600° C a 13 metros de profundidad.
Cuenta la historia escrita a palmo y mano que temblaban por el rugir de la tierra que
«El día 1 de septiembre de 1730, entre las nueve y las diez de la noche,
antes de que la luna encontrara su punto más alto en el cielo, que la
tierra en un solo profundo y desgarrador gemido se abrió en Timanfaya,
a dos leguas de Yaiza y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra”
reclamando para sí la tierra, según el testimonio del párroco Lorenzo Curbelo. Que con tinta y mano temblando por el desmoronamiento de la verde pradera vio como la isla se transformó por completo.
Nueve pueblos quedaron enterrados (Tingafa, Mancha Blanca, Las Maretas, Santa Catalina, Jaretas, San Juan, Peña de Plomos, Testeina y Rodeos)
Después durante seis años la lava, como una hemorragia candente se extendió por la zona sur cubriendo un cuarto de la isla y llenando las vegas cercanas de cenizas volcánicas.
En 1824 de nuevo la isla rugue, dándole paso a las erupciones en Timanfaya, que paren a los llamados Volcán de Tinguatón, Tao y del Fuego.
Durante aquellos días se produjeron terribles hambrunas, la tierra se tornó en hiel y el azufre hizo impotable los pocos pozos de agua.

Además de hacer palidecer el aire en un turbio polvo irrespirable, por ello una buena parte de la población se vio obligada a emigrar.
Pero el ser humano, invencible en su voluntad, desde aquel entonces,
y con arduo trabajo le dio la batalla al fuego y transformado el paisaje en
verdes parajes que se entremezclan con las áridas rocas volcánicas
gracias a las técnicas agrícolas de cultivo sobre lapilis volcánicos
que los Lanzaroteños emplean para captar la humedad de los alisos.
Este parque es un destino ideal para sorprenderse con la fuerza creadora de la naturaleza
capaz de transformar lo inhóspito en lo más hermoso, bien vale la pena, darse un paseo
por él para dejarse sorprender por la belleza de GAIA.